El vino y su mundo

El vino es una bebida alcohólica. Me siento en la necesidad de recordarlo a la hora de empezar una artículo que pueda sonar en algún momento a apología del mismo aunque esta no sea mi intención. Este líquido no necesita de defensores pues ya tiene muchos y la mayoría muy entusiastas. Aunque a sus entusiastas no les guste mucho lo que voy a decir creo que lo que más bien puede hacer al mismo es quitarle ese aura que el vino tiene de bebida sofisticada y cool que solo unos pocos pueden disfrutar.
Cualquier cosa buena que se pueda decir sobre él hay que matizarla mucho pues su efecto sobre el organismo depende de una serie de circunstancias imprevisibles y ajenas a él mismo. Con este producto lo del consumo moderado no es un eufemismo, es algo objetivo que objetivamente nos puede hacer perder todos los beneficios que pueda aportar aportándonos en su lugar una serie de perjuicios larga. En el siguiente link nos cuantifica la cantidad de alcohol que puede considerarse moderada, no aparece en su lista el vino pero supongo que un vino normal se puede asemejar al champaña. En esto hay discriminación ante la mujer y no se lo pueden tomar a mal nuestras féminas, nada personal pero ellas pueden menos, de todas maneras para lo que podemos nosotros tampoco se pierden gran cosa, algún sorbito más y no demasiados.
Dejémos de engañarnos lo que realmente atrae a las personas del vino no son su color, su aroma o la sensación en boca que te deja por mucho que se empeñen en ello los catadores. Lo que realmente nos atrae de él es el efecto que produce sobre nuestro estado anímico, esa desinhibición añorada que nos pueda dar una apariencia de lo que no somos y estos efectos son del alcohol que forma parte destacada en su composición, mucho más que el zumo de uva y que nos obliga a catalogarla como una droga más y que aunque sus efectos no sean los más destructivos a corto plazo es la más consumida y por ello sus efectos son al final mayores que los de cualquier otra. Echemos un vistazo al catalogo y la ubicaremos. Tampoco los efectos anímicos son siempre los mismos ni hay una norma de consumo mínimo para obtenerlos sin sobrepasarla, sobre eso no encontré nada y si lo hubiera sería mentira pues cada persona es un mundo ajeno al del vino.
Lo mejor es buscar y mostrar una personalidad que no se apoye en muleta de ningún tipo y supongo que los psicólogos nos pueden ayudar en algo para ello.
Hacer de una bebida alcohólica el centro de atención de una fiesta es algo que todos hacemos en algún momento de nuestra vida y yo he de reconocer que botellón he hecho mucho antes de que se hubiera popularizado. De sus efectos negativos también puedo hablar y yo mismo alguna vez (no muchas) me he despertado al día siguiente de la fiesta mal y sin recordar qué hice exactamente a partir de un momento a partir del cual recuerdo todo borroso y sin sentido. En este caso las bebidas se eligen no por su valor de cata sino por sus efectos inmediatos y en el mejor de los casos se piensa en que a ser posible proporcionen un tolerable día después.
Aviso a navegantes la cogorza de vino te produce un día después abominable pero lo peor es mezclar esta bebida con otras de otras graduaciones.
Envidio al que con buen paladar disfruta de una copa de vino con la comida, sólo una, y sabe cuál debe tomar supongo que eso también se puede aprender con práctica, lo intentaré, palabra, si me dejan entrar en algún bar después de esto.

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